martes, 25 de marzo de 2014

“¿Y DESPUÉS DE LA ADOPCIÓN?...” “...LA COMPRENSIÓN Y EL AFECTO”

Lydia Cusco.
Psicóloga en AIPAME CATALUNYA

Cuando me plantearon formar parte, nuevamente, de esta jornada sobre adopción, pensé que quizás no tenía mucho que decir, porque  quienes pueden hablarnos con auténtico conocimiento de causa del “después” de la adopción, son los padres y los hijos que están viviendo este proceso. Pero después de pensar en el tema durante varios días, llegué a la conclusión de que quizás si podría hacer algunas aportaciones en este sentido, esperando que sean de interés y utilidad para todos ustedes.

¿CÓMO ES LA HISTORIA DE CADA UNO?  ¿QUÉ OCURRE EN LA PRIMERA INFANCIA?

La historia de cada individuo es particular e irrepetible, por más parecida o coincidente que pueda ser con la de otros individuos.

La historia de cada uno se va tejiendo y forjando a medida que va avanzando su vida y desde el mismo instante en el que nace.

Todas las circunstancias que rodean a un niño, en el momento de su nacimiento, durante su primera semana de vida, durante su primer mes, su primer año, sus primeros años y todos los siguientes, crearán al individuo que vamos a conocer como individuo adulto.

Una persona adulta no surge de la nada, se ha ido construyendo de manera gradual y progresiva, con todo lo que le ha tocado vivir, desde el principio de su vida.

La forma en la que distintos individuos reaccionamos frente a las mismas cosas, nunca es la misma, puede ser parecida o radicalmente distinta, pero sea como sea, siempre es  producto de lo que cada individuo “siente por dentro” respecto a lo que “está viviendo por fuera”.

Los hechos externos pueden ser los mismos, pero lo que sentimos por dentro es el resultado de cómo cada una de nuestras vivencias, desde el origen de nuestra vida, nos ha proporcionado una “configuración particular e irrepetible” que nos diferenciará a unos individuos de otros.

En esa “configuración”, tiene un papel absolutamente relevante el “trato” que le proporcionan los adultos al niño.
Todas las personas que intervienen de manera directa en la vida de un niño son responsables de su desarrollo.

Esa responsabilidad se puede entender como el grado de impacto e influencia que tienen en la vida del niño. Y esa influencia tiene que ver con el tiempo que están en relación con el niño, con la etapa de la vida en la que intervienen y con la calidad con la que lo hacen.  Por ejemplo, no es lo mismo para un niño pequeño estar unas horas junto a su padre o su madre malhumorados, que crecer al lado de unos padres que están prácticamente siempre malhumorados. 

Tampoco es lo mismo, en el sentido que no tiene el mismo impacto, que los padres estén malhumorados con un niño de un año que con uno de quince. Evidentemente, la situación no será agradable para ninguno de los dos, ni para el de un año, ni para el de quince, pero el impacto que ejerza ese malhumor de los padres sobre los niños, no será el mismo según su edad.

Las etapas más decisivas en la vida de un individuo son las más tempranas, porque son las de mayor influencia.  

Todos sabemos que un niño, cuánto más pequeño es, más tierno es, más impactable resulta, en definitiva “está menos hecho” y “se va haciendo” con lo que le toca vivir.

Si un niño, después de su nacimiento, permanece en su familia biológica, las personas que tendrán esa influencia en su vida serán lógicamente los padres y todas aquellas personas que intervengan en su cuidado, ya sean abuelos, familiares, canguros o personal especializado en guarderías. A propósito de esto último, podemos decir que hay que tener mucho cuidado con el cambio frecuente de personas que cuidan a nuestro hijo en nuestra ausencia. Los niños, por pequeños que sean, necesitan poder adaptarse a las personas que les cuidan y se hacen cargo de ellos. Cuando se adaptan, se acostumbran y se encariñan con esas personas y si al cabo de poco tiempo las pierden y llegan otras, tendrán que volver a iniciar ese proceso de adaptación con las nuevas, además de tener que hacer el duelo por las que han perdido.

Si llega a una institución, las personas que tendrán influencia en su vida, durante esa etapa, serán las que se encarguen de su cuidado.

En una institución suele ocurrir algo de lo que acabamos de mencionar: Las personas que se harán cargo del niño, generalmente, irán cambiando en los distintos turnos y puede que también haya cambios en el personal de la intitución o que a partir de una cierta edad, cambien al niño de grupo. Todo esto no está exento de consecuencias.

Con todo lo que hemos comentado, podemos hacernos una idea aproximada del nivel de impacto e influencia que tiene en la vida de un niño pequeño, el trato que recibe por parte de los adultos que lo cuidan. Además, esos adultos son como sus modelos, sus referentes y no es bueno que esos modelos vayan cambiando a menudo.

Pero esto no es todo, falta decir que lo más importante es “la calidad y la continuidad” con la que el niño recibe esos cuidados. Alguien le puede tratar muy bien, pero si es algo esporádico en la vida del niño, no será suficiente.

¿QUÉ HA PASADO ANTES DE LA ADOPCIÓN? VIVENCIAS DEL NIÑO

Tal y como hemos dicho más arriba, todo lo que vive un niño, desde el instante de su nacimiento, incluso todo lo que vive durante su vida fetal, está cimentando la persona  que llegará a ser como adulto para lo bueno y para lo malo.

Cuando un niño nace, es como una especie de esponja que empezará a absorber todo lo que flote en el ambiente. Eso que flota en el ambiente son los estímulos que contribuirán de forma esencial a su desarrollo.

Los estímulos que recibe un niño pueden ser de todo tipo; algunos buenos y por tanto positivos y benéficos para él y otros que sean todo lo contrario. También puede ocurrir que los estímulos no lleguen, aún cuando sean muy necesarios o que lleguen parcialmente y escaseen.

En función del tipo de estímulos que reciba el niño, de la calidad de esos estímulos y de su frecuencia, las vivencias de un niño serán unas u otras y su desarrollo también estará en función de todo ese flujo de estímulos. Un ejemplo de lo que decimos podría ser una situación en la que a un niño le cojan muy poco en brazos, privándole en gran parte del estímulo que esto supone para él. En otra situación le cogen mucho en brazos. Esas dos conductas de los adultos que están con el niño van a incidir en su desarrollo directamente, entorpeciendo su desarrollo en el primer caso o favoreciéndolo en el segundo.

Familia biológica ¿Qué ha pasado en la familia biológica?
El hecho de que un niño al nacer permanezca en su familia biológica, no es garantía de nada. Si la familia le proporciona los estímulos adecuados, el niño estará bien y se desarrollará correctamente, pero si por el contrario no recibe los estímulos adecuados, su desarrollo se verá comprometido y él no estará bien.

Estar en la familia biológica no es una garantía, la garantía es recibir el trato adecuado, dondequiera que uno esté. Si las necesidades básicas están cubiertas, el resto será secundario, ya que lo “vivirá”, según se lo hagan “vivir” los adultos que se ocupan de él.

El niño que va a ser adoptado, según el tiempo que haya permanecido en la familia de origen y según el trato que haya recibido, habrá vivido situaciones que marcarán aspectos  de su desarrollo y de su posterior personalidad.

Orfanato ¿Qué ha pasado en el orfanato?
Cuando un niño permanece durante un tiempo de su vida en un orfanato, hay varias circunstancias que determinaran de forma importante algunos aspectos de su desarrollo.

Entre esas circunstancias están: la edad de llegada al orfanato, el tiempo total que permanecerá en él, el trato que sus cuidadores le proporcionarán y todas las experiencias que viva durante su estancia en el lugar.

Podríamos dar múltiples ejemplos, pero nos limitaremos a unos pocos. No es lo mismo llegar al orfanato con dos o tres días de vida que llegar con dos o tres años de vida. No es lo mismo permanecer en el orfanato dos o tres meses, que dos o tres años. No es igual pasar desapercibido para los cuidadores del orfanato que llamar la atención, de al menos algunos de ellos (esto último le va a proporcionar más atención al niño). No es lo mismo no haber salido nunca del orfanato, que salir regularmente para desarrollar alguna actividad en el exterior.

Todas estas circunstancias y cómo se combinan entre ellas, harán que las vivencias de un niño, durante el tiempo que permanezca en un orfanato, puedan ser muy distintas de las de otros niños. Y estas vivencias tendrán una incidencia directa en su desarrollo.

Familia de acogida ¿Qué ha pasado en la familia de acogida?
Si por diversas razones, un niño no puede permanecer en su familia de origen y pasa a una familia de acogida, el papel de esta familia será muy parecido al papel que desempeñan los padres biológicos o los padres adoptivos.
En este caso también cuenta el trato que estos adultos les proporcionen a los niños durante el tiempo que permanezcan en acogida.
“La calidad emocional” de las personas que asuman el cuidado de los niños, proporcionará  los elementos necesarios para su equilibrio y buen desarrollo.

EL IDEAL DE LOS PADRES (ADOPTIVOS Y BIOLÓGICOS)

Siempre, ya sea como padres biológicos o como padres adoptivos, cuando tenemos un hijo real nos vemos confrontados al hijo que habíamos imaginado que nos gustaría tener o mejor dicho a las expectativas que teníamos para él. Algunas de estas expectativas son incluso inconscientes.

Cuando llega nuestro hijo, ya sea por un procedimiento o por el otro, nos puede llenar de alegría e ilusión pero, al mismo tiempo, aparecen situaciones en las que, el niño o la niña, no responde como nos hubiese gustado. Cuando esto ocurre, podemos pensar que es así porque es su carácter o porque no entendemos que le puede estar pasando o porque, en el caso de la adopción, no sabemos qué ha vivido exactamente antes de llegar a nuestra familia ni cómo le ha podido afectar todo lo que haya vivido, etc.
También habrá muchos momentos en los que sus respuestas sean muy gratificantes para nosotros porque responde como esperábamos e incluso mejor de lo que esperábamos; pero, estos momentos van solos, no necesitan una comprensión adicional por nuestra parte. Son los momentos en los que sus respuestas no nos parecen adecuadas, ni gratificantes, los que requerirán una atención y una comprensión especial.

Poco a poco, la imagen ideal que podíamos tener de nuestro futuro hijo, tendrá que ir cediendo el espacio a la imagen del niño real que tenemos como hijo.

Tenemos que poder aceptar a nuestro hijo con sus características y personalidad propia. Si por ejemplo decimos que nos habría gustado tener un hijo con el pelo rubio y resulta que nuestro hijo tiene el pelo castaño, todos entenderemos rápidamente que es algo intrascendente y que nuestro ideal, “hijo rubio”, tiene que cederle el lugar a nuestro hijo real, “hijo castaño”. Sin embargo, cuando hablamos de otros aspectos, como son los emocionales, los del desarrollo intelectual, los de comportamiento, etc, se complica todo un poco más y nos parece más díficil aceptar que nuestro hijo real no se corresponda  con el hijo ideal que teníamos en mente antes de su llegada.

Nuestro “ideal” de hijo se ha ido construyendo desde hace tiempo, ya desde nuestra infancia. Nuestro “ideal” de hijo no surge por primera vez cuando nos planteamos tener un hijo.

Ese “hijo ideal” está muy arraigado en nuestro interior y a veces, puede que nos cueste mucho renunciar a él. Pero solo si renunciamos al “ideal” podemos hacerle sitio al “real”.
Imaginemos que alguien, antes de tener un hijo, ha soñado con tener un hijo que se pareciese a él o a ella, que hará la formación académica que él o ella no pudieron hacer en su día, que será simpático y sociable como él o como ella o al contrario que será lo simpático o sociable que él o ella no han podido ser nunca, que tendrá una profesión de éxito, etc. Sin querer y sin darnos mucha cuenta, estamos cargando a nuestro futuro hijo con todo ese “ideal” de lo que a nosotros nos gustaría que fuese, sin pensar demasiado si su personalidad y su nivel de desarrolllo le permitirán ser tal o cual cosa, como nos habría gustado.

En ocasiones podemos llegar a “torturar” a un niño, porque no hace o no se comporta según nuestro “guión ideal del buen hijo”.

Si tenemos en cuenta todo el bagage que nuestro hijo adoptivo trae y del que la mayor parte no conocemos nada o muy poco, deberíamos pensar que habrá un período de tiempo muy largo, al menos toda su infancia y también toda su adolescencia y de hecho hasta su vida adulta, en que deberíamos dedicarnos solo a “comprenderle y quererle”.
Pero esto no significa no educarle. Podemos querer, comprender y educar a la vez. De hecho, el papel de los padres debería ser siempre ese, sin excepción.

¿QUÉ PAPEL TIENEN LOS PADRES A PARTIR DEL MOMENTO EN QUE SE PRODUCE LA ADOPCIÓN?

El niño adoptado llega a su familia adoptiva con un bagage de sentimientos y experiencias que los padres desconocen total o parcialmente, así como los efectos que ha podido causar todo ese bagage. Su comprensión, paciencia y empatía, son elementos básicos para la adaptación del niño. A estos elementos deberíamos añadir otro fundamental, el cariño.

Dicho así parece muy  sencillo, pero en realidad no lo es tanto. Nuestro hijo tendrá conductas que probablemente no entenderemos, que no sabremos a qué corresponden y, frente a las cuales, no siempre sabremos qué hacer.

Generalmente, nos dejaremos llevar por nuestra intuición y sentido común, pero no siempre será suficiente para cubrir las lagunas que tenemos respecto al pasado de nuestro hijo.

En este punto se nos puede plantear un dilema importante. Si tenemos que comprenderle, tendremos que saber qué es lo que le pasa exactamente, sino ¿cómo vamos a comprenderle?

Pero esa es la cuestión, tendremos que empezar a comprender lo que no sabemos de él o de ella, tendremos que empezar a comprender sus reacciones, sus comportamientos, sus sentimientos, sin saber que ha podido vivir anteriormente para que reaccione o se comporte como lo hace.

Tendremos que ser capaces de imaginar porque reacciona del modo que lo hace o que puede estar sintiendo. 

Tendremos, en definitiva, que intentar ponernos en su lugar. Solo así podremos intentar comprenderle.

Pero ¿por qué es tan importante “comprenderle”? ¿por qué es tan importante “ponernos en su lugar”? ¿Lo importante no era quererle?

Quererle y mucho, muchísimo es... indispensable, básico, imprescindible, necesario, pero no lo es todo.  Resulta que cuando  decimos que a un niño le queremos mucho, es porque sentimos mucho amor por él y además generalmente se lo demostramos con palabras, con mimos, con achuchones y todo tipo de manifestaciones afectivas y esta es la parte del afecto, necesario para vivir.

Un niño también se siente querido si se siente entendido, si siente que le comprenden o que se esfuerzan por comprenderle.

Mucho amor pero poca comprensión, no sirve de mucho. La falta de comprensión puede arruinar el amor.

Comprensión y afecto, afecto y comprensión son el binomio perfecto para sentar las bases de una buena relación.

¿Y DESPUÉS?

Hay que seguir en la misma línea. No podemos olvidar lo que acabamos de mencionar, pero añadiendo un nuevo ingrediente. Los pilares básicos de cualquier educación serán: la comprensión, el afecto y los límites.

Si hemos “renunciado” a nuestro hijo “ideal” y podemos aceptar a nuestro hijo “real”, intentando entenderle, en su pasado y en su presente, podremos proyectarnos en su futuro, pero sin condicionarle, solo ayudándole a definirlo mejor.

La profesión de padres es una de las más, o la más compleja que existe, aunque bien llevada, también es una de las más gratificantes. Pero no nos enseñan a hacer de padres, no hay escuelas, ni institutos, ni universidades dónde podamos aprender. Claro que a veces pensamos que no necesitamos aprender porque ya sabemos. Esto se suele pensar antes de tener hijos, después la idea nos va cambiando.

Me gustaría, en pocas palabras, poder transmitir las claves del éxito para la profesión de padres. Así que vamos a hacer el intento:

Cuando tenemos un hijo, tenemos que darnos cuenta que es un niño único, completamente diferente de cualquier otro niño, pero probablemente con ciertas cosas comunes o parecidas con otros niños. Pero él es él.

Tendremos que observarle para ir conociéndole,  para  ir comprendiéndole.

Habrá que quererle mucho, manifestándoselo de todas las formas posibles que se nos ocurran.

Pero también tendremos que ir ayudándole a entender cómo funciona el mundo, más allá de su propia familia.

Habrá que hacerle entender, pero de la mejor forma posible, que las cosas no siempre pueden ser como él quiere, pero que no pasa nada, porque a él sí que le siguen queriendo y entendiendo.

Si se siente querido, podrá aceptar la frustración que supone para él no salirse con la suya o no tener lo que ha pedido. Pero si un niño no se siente muy querido, entonces entenderá que le quieren solo si le conceden lo que pide. 

Sería algo así como: Si me quieres, querrás que esté contento y me darás lo que te pido, pero si no me lo das, entonces es que no me quieres.

Solo, si tiene muy claro que le queremos mucho, porque le demostramos nuestro cariño, entenderá, aunque no le guste, que decirle que no a algo, no significa dejar de quererle.  Si normalmente recibe abrazos, besos y cariñitos, el decirle que no a algo, no será suficiente para anular el efecto del cariño que recibe.

Así llegamos a la fórmula: comprensión, afecto y límites. Las claves para una buena educación.


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